El sindicalismo como propuesta de conciencia
social y de clase trabajadora marca el camino de la gobernabilidad de lo humano,
porque es el encargado de asumir la artesanía de la arquitectura humana, de la dignidad,
del respeto y la emancipación en las bases sociales de los trabajadores y no
trabajadores que el sistema capitalista excluye.
Tenemos unas historias y unas prácticas
que han instalado en las subjetividades
de las personas unas percepciones y unas representaciones de lo que es y
significa el sindicalismo, el sindicalista y el sindicato. Para identificar
algunas de estas subjetividades, se hizo la tarea de preguntar a algunas personas.
¿Qué piensa usted del sindicalismo?—Estas
fueron algunas de sus respuestas- que se hace necesario resaltar y profundizar:
“El
sindicalismo fracasó”. “El
sindicalista es un vago que no trabaja y vive alrededor de los permisos
sindicales”, “los sindicatos quiebran
las empresas”, “los sindicatos son
peligrosos porque allí no hay sino subversivos y terroristas”, “Yo como empleado no me sindicalizaría,
porque eso es rebajarse, el sindicato es para los obreros”, “Si uno se
sindicaliza lo echan del trabajo”, “Ser
sindicalista es ser enemigo de la empresa, es ir en contra de la empresa”,
“Si a uno le dan trabajo, no puede ser tan malagradecido de irse a sindicalizar
después”.
Estas son algunas de las percepciones y
representaciones que comúnmente se manifiestan siendo las más reiteradas y que
tienen la capacidad de incidir política e ideológicamente sobre las
representaciones simbólicas y de lo que significa como reconocimiento social el
sindicalismo, teniendo la capacidad de llevar a las personas al rechazo, la
estigmatización, el señalamiento, el miedo y el distanciamiento que llega hasta
la indiferencia sobre la labor sindical; independiente a que éste haya sido el propósito
de la labor sindical.
“Los sembradores de pánico han existido
siempre. Siempre han existido los profesionales de la guerra. También en el
mundo antiguo. En las fábulas de Fedro se encuentran sus huellas”. Cuenta Fedro que en un roble vivían tres familias.
Un águila había construido su nido e incubado sus huevos en la copa del árbol.
Un jabalí había cavado su guarida entre las raíces. Un gato había encontrado
las ramas, a mitad del árbol, refugio seguro de vuelta de sus incursiones y sus
robos.
El águila y el jabalí vivían en paz entre
ellos, criando a sus hijos, ignorándose. El gato subió hasta el nido del águila
y le habló misteriosamente de los malvados designios del jabalí: el árbol
estaba a punto de caerse, el jabalí estaba excavando en las raíces ya que
quería devorar a los aguiluchos; ¿qué podía hacer el águila para salvar a sus
hijos? Atacar él primero, obligar al enemigo insidioso a huir, devorar a sus
hijos, detener el malvado trabajo subterráneo.
Así sembrado el pánico, el gato se fue a ver
al jabalí. ¿Cuándo se había visto bestia más
estúpida que esa devoradora de bellotas? ¿El águila había puesto su nido
en la copa del roble sólo para esperar el momento oportuno y secuestrar a los
jabatos y no los protegía, no trataba de hacer escapar al enemigo? Sin embargo,
sería muy fácil: bastaría con excavar en las raíces, hacer caer el árbol y ser
el primero en destruir la casa y el poder del enemigo implacable.
Ocurrió que el jabalí no se atrevió a salir y
dejar su guarida sin vigilancia y murió
de hambre, y el águila tampoco volvió a salir de su nido y también murió de
hambre. El gato devoró la carroña y durante unos cuantos días no tuvo que
correr por el bosque en busca de presas. Los sembradores de pánico no son una
invención moderna.
Esto explica muchas de las causas del porqué
las nuevas generaciones de trabajadores, llámense todos asalariados sin
distingo de nombre, no quieren afiliarse a un sindicato o fundar uno nuevo.
Pero profundizando un poco con la problemática, el problema no está en
afiliarse a un sindicato, sino en la falta de conciencia social de lo que
significa en esencia el sindicalismo, como la expresión social más autónoma
para la gestación y el ejercicio de la práctica democrática en la defensa del
ser humano con dignidad y de las condiciones materiales a que tiene derechos
desde su labor productiva sin explotación ni ningún tipo de esclavismo o sumisión,
para cubrir sus necesidades.
Se podría plantear entonces que existen tres
ingredientes que se han instalado en la subjetividad de las personas producto
de momentos y hechos históricos: uno de
miedo al sindicalismo, otro contemporáneo de no credibilidad y un tercero
de desconocimiento de lo que en esencia es el sindicalismo como garantía de base del ejercicio de la democracia, como
referente social organizativo que es capaz de garantizar el bienestar social,
gracias a la labor colaborativa, cooperativa y solidaria que desde el principio
de confianza como clase trabajadora se
conquista y se mantiene en proceso de
evolución en la relación capital –trabajo.
Es por esto que hoy todavía, se pueden
disfrutar de los fondos de empleados sin ánimo de lucro y rentabilidad, de las
escasas cooperativas sin la ideología capitalista y de las cajas de
compensación familiar para la recreación y el deporte sin las políticas de
mercado.
La
acción sindicalizadora en sus dimensiones económicas, políticas e ideológicas,
que se concretan y se desarrollan desde la relación capital-trabajo, le plantea
críticas, tensiones y contradicciones a las actuales prácticas de ciertos
sindicatos y ciertos dirigentes que ante la ausencia de conciencia de clase
social se han plegado a los intereses
del capital.
La labor que nos queda es emprender la
profundización de las relaciones que se han establecido en las actuales labores
sindicalizadoras y las prácticas que desarrollan ciertas dirigencias, que sin
querer queriendo como dice el dicho, vienen reproduciendo formas colonialistas
en las subjetividades de los afiliados y no afiliados al sindicalismo, cuando
se creen patrones, gamonales, dictadores,
que gritan y mandan a las bases como si fueran sus súbditos.
La tarea actual del sindicalismo en la era de
la globalización imperialista monopólica neoliberal capitalista de mercado, es
la de emancipar, liberar, al trabajador, al ser humano, de la enajenación que
convirtió al cuerpo y a todos los seres de la naturaleza en mercancías. Una de
las esencias de las luchas es la descolonización.
La descolonización implica una intervención en
las jerarquías clasistas, raciales, políticas, económicas, de genero, epistémicos…
construidas bajo siglos de colonialismo y de capitalismo, las cuales no se pueden reproducir por ningún motivo en la
práctica sindical y más que reproducir hay que desaprender, porque las nuevas
formas de producción en sus dimensiones sociales y culturales los instalan en
las subjetividades permanentemente independientes a los individuos; como en
caso que se presenta en los llamados contratos basura.
Uno de los aspectos dañinos y que han causado
profundas crisis a la labor sindical, es lo aprendido en el terrorismo de
Estado; entendiendo por terrorismo de Estado el uso de la violencia política
por parte del Estado contra los contradictores políticos e ideológicos que no van
a favorecer en su esencia intereses claramente económicos.
La enseñanza que hay que desaprender, y que
está instalada en la subjetividad, es la necesidad social del uso de la fuerza física
como mecanismo de dominio del enemigo. Cuando el enemigo es construido por el
Estado ideológicamente en el opositor político, en el contradictor y en el luchador social que busca mejores
reivindicaciones y derechos sociales.
En este escenario del contradictor político
fue colocado por parte del Estado Colombiano al sindicalista. Muy pronto en las
políticas de las luchas contra el terrorismo vinieron los discursos jurídicos
que justifican la penalización y castigo de la labor sindical; hasta el punto
de llevarlos a convertirlos en blanco de la eliminación física.
El no haber superado este pasado/presente,
deja en la subjetividad de las viejas y nuevas generaciones, un sin número de
miedos y temores, al hablar, participar, organizarse, movilizarse; incluso en
llegar al extremo de instalar el aprendizaje de la práctica masificada de la
indiferencia en todo lo que tenga que ver con lo político y la política.
Esta práctica de la indiferencia la describe
muy bien el prisionero de los campos de concentración nazi Primo Levi, en sus
memorias es enfático cuando dice: “Había demostrado que el hombre, el género humano,
es decir, nosotros, éramos potencialmente capaces de causar una masa infinita
de dolor; y que el dolor es la única fuerza que se crea de la nada, sin gasto,
y sin trabajo. Es suficiente no mirar, no escuchar, no hacer nada”.
Se posee y se instala un aprendizaje de la no
participación en nada y con nadie, que terminó siendo lo que criticó Anna Arendt, de
aquellas personas que no movieron un solo dedo por lo que ocurría en el
holocausto nazi, simplemente espectadores pasivos, ni siquiera el de ser ciudadanos.
Es tarea urgente del sindicalismo ser
referente social, en el desaprendizaje, en la negación radical, de raíz, desde
el ser, desde la subjetividad, de la “necesidad” del uso de la fuerza física,
de la penalización, de la persecución, el castigo y judialización, hasta la
eliminación del contradictor por causas políticas, ideológicas o económicas, si
logramos sembrar la superación del pasado/presente del terrorismo de Estado, se
estará dando un salto cualitativo a la democracia política directa, donde el
ciudadano pueda ejercer sus derechos y deberes sin ningún temor, como mínimo.
Habría que acotar que la propaganda que el Estado Colombiano ha
diseñado promoviendo el sindicalismo y su afiliación, no borra ni aclara el pasado/presente,
porque el miedo al sindicalismo sigue instalado, y los enemigos que usan la fuerza para su
eliminación todavía están entrenados y educados para esta labor. “¿Lo mataron
por qué? Por ser sindicalista”. La pregunta que nos queda es ¿quién invitó a la
fuerza paramilitar al conflicto laboral?
Si públicamente no se desmovilizan política e ideológicamente,
habrá que seguir cantándoles: “cuantas veces me mataron /cuantas veces me
morí/. Sin embargo estoy aquí…/”. La misión del sindicalismo global es adquirir
las nuevas actitudes para los cambios decoloniales radicales. Luchan contra el
miedo a la práctica directa de la democracia para poder vencer la indiferencia
a la participación.
Vencer la indiferencia es ganar en dignidad.
La dignidad es la que brinda la fuerza de y para la creatividad de la libertad política.
Con la libertad política se dan las bases para la libertad económica. Desaprender
la barbarie que nos enseñó el terrorismo de Estado, romper el maleficio del
hábito de falta de libertad espiritual, es la tarea del sindicalismo global.
Decolonizarse de lo aprendido en la dictadura
y el totalitarismo económico del sistema capitalista y las nuevas formas de
neoesclavismo que se están instalando, resulta un imperativo, máxime cuando sus
formas se manifiestan a través de las diversas rutas de contratación laboral,
avaladas por el Estado en la implementación de las políticas neoliberales, desde
donde se promueven los procesos de rentabilidad y ánimo de lucro en la privatización del Estado y de todas las políticas
de beneficio social, la justicia, los servicios públicos domiciliarios.
Podríamos afirmar que el mayor triunfo del
capitalismo es el haber logrado instalar en la subjetividad de las personas la
conciencia social del amor por el dinero, de tal forma que hasta se expresa en
el lenguaje bajo una ley que dice “El que pone el dinero, pone las condiciones”,
negando con esta posición política hegemónica
la condición de sujeto político del ciudadano.
La acumulación económica es una posición política
y si ésta se asume por las personas como un criterio de verdad inamovible, la
subjetividad adopta la ciega terquedad de no participar, sin aparente criterio,
sin juicios, simplemente buscando acomodarse a la dictadura económica como si
fuera la naturaleza, el conformismo, la adaptación sin criterios, la fe en lo
que está dado, los convencionalismos coactivos, son ya estructuras mentales y
síndromes de contenidos apolíticos, que por su supervivencia en las masas
tienen implicaciones políticas de carácter paternalista, el cual se instala
básicamente en aquel que posee el dinero, llámese rico, patrón, multinacional,
En la subjetividad queda instalado como dispositivo de dependencia el sentarse
a esperar que sea el otro o los otros, los que hagan el trabajo por uno.
Lo cual posibilita la alimentación de representaciones
mesiánicas, de prácticas de representación únicas y hegemónicas, que con el
paso del tiempo se perpetúan y se auto construyen como maquinarias políticas,
redes de amigos politiqueros, burocracias administrativas inamovibles, que
funcionan como empresas de corrupción que se apropian de los dineros de
esfuerzos colectivos de forma particular. Hacen de lo público una apropiación
privada.
Esta es en grandes líneas la anatomía de la
dictadura de la dirigencia representativa, que posee la habilidad de
reproducirse gracias a la dependencia política
que crea en los representados o la compra de votos o la amenaza e
intimidación a todo contradictor que trate de surgir por fuera de la maquinaria
política. Esto se refuerza cuando dice “es que no hay saberes”.
El estarse
aferrando a estas debilidades políticas de dependencia y a la creencia
de que el que posee el dinero tiene la razón, este tipo de prácticas se va
convirtiendo en la subjetividad de los representados, en un dispositivo
instalado de rasgos específicos de la conciencia cosificado.
Este tipo de procesos da como resultado la
práctica de una indiferencia enmascarado de superioridad, tanto en el
representante como en el representado, porque ambos ocultan las razones del
porque no se actúa diferente a lo ya dado,
de las causas y consecuencias, al dar como resultado de las cosas, de que no
hay nada que hacer, de que todo está mal, de que es muy difícil un cambio…y con
este tipo de planteamientos se da por satisfecho. “Siempre ha sido así y
siempre será así”.
Desde las épocas de la colonia y más ahora en
el capitalismo global de especulación financiera, se sigue imponiendo en la
subjetividad de las personas, el respeto por el que posee el dinero, la fortuna,
las tierras, el uso de la fuerza, sin cuestionar en ningún momento porqué siguen
instalados estos dispositivos de sumisión, cómo se obtuvieron, por qué se
siguen reproduciendo de generación en generación, los feudos rurales, los
feudos urbanos, los feudos políticos, la práctica gamonal.
Pero al profundizar un poco en estas prácticas
coloniales, se puede encontrar que, la lógica epistémica del sistema
capitalista global es la que dicta de forma totalitaria las políticas neoliberales
e impone las nuevas formas de contratación laboral neoclasistas. Políticas que
en su diseño, aparentemente no incluyen ni involucran a los trabajadores
sindicalizados. Pero que tácticamente no los excluye del todo, al involucrarlos
de forma indirecta, sobre todo a aquellos sindicalistas de conciencia social de
amor por el dinero y de prácticas colonialistas,
para que conformen en sus proyecciones sindicales de ideología capitalista
global, los contratos sindicales.
O sea
que los sindicalistas se convierten en patrones de compañeros trabajadores, violándole
todos los derechos laborales y de seguridad social. Autorizando la
tercerización –cuarterización, sobre compañeros trabajadores en la misma empresa,
donde se contratan funciones y laborales,
por dos, tres o cuatro patrones distintos, a la empresa originaria. Para que
entreguen a los grupos financieros las cooperativas y los fondos de empleados con
ánimo de lucro y rentabilidad para el capital. Para que la recreación, el
deporte y el ocio se le entreguen a las políticas
ideológicas de la libre competencia. Para que funden nuevos sindicatos que
hagan paralelismo sindical al sindicalismo de conciencia social y acepten la pérdida
de derechos laborales en las nuevas contrataciones, bajo la ideología de políticas
de reestructuración empresarial.
El sindicalismo en la globalización debe
invitar a hacer recorridos de reflexión
crítica sobra la fatalidad, sus consecuencias y causas para que no queden en la
penumbra, porque con el silencio y la negación a la participación es desde
donde se alimenta y reproduce la fatalidad y la indiferencia disfrazada y al
enmascaramiento de ciertos criterios con aires de superioridad. Sobre todo de aquellos trabajadores, que siendo asalariados, se
crecen de mejor clase, de mejor familia, negándose a si mismos su condición de clase explotada y
creyéndose el cuento de que pueden estar blindada contra la nuevas formas de
explotación laboral, el acoso laboral y el neoesclavismo que se esconde en el
diseño de políticas e ideologías de modernización del Estado y las
transformaciones organizacionales. Cuando lo único que buscan es arrebatar las
conquistas históricas logradas en las luchas sindicales.
Esta es una estrategia del sistema de mercado
capitalista neoliberal monopólico imperialista global, que cuenta además con
una legislación que le favorece ideológicamente, al hacer creer que con las
demandas jurídicas de corte individualista, estilo tutelas, se tiene protección
y garantía de los derechos laborales.
Hay que tener claro que como estrategia
global del sistema social capitalista, en la barbarie del mercado, todos,
absolutamente todos, están con la fragilidad de ser presas fáciles de la perdida de la dignidad,
de la imposibilidad de construir
dignidad cuando es el dinero el centro, de la degradación moral y de la
destrucción y desaparición del espíritu de lucha emancipatorio.
Estamos asistiendo a tiempos de oscuridad, en
donde el individuo fue vuelto a la caverna de la que nos habla Platón.
Las tareas para estos tiempos de oscuridad del
sindicalismo, deben ser globales. La invitación del sindicalismo es a caminar
juntos, volver a lo social y colectivo de
forma radical; venciendo ese yo colectivo que hegemoniza el uso de la
fuerza como una necesidad a su contraparte, o caer en el yo colectivo que
asumió como criterio de verdad el aplastamiento del otro al estilo
barras bravas o al del enajenado por la barbarie de mercado con los sondeos de
opinión que impone la dictadura del camino a seguir según la mayoría manipulada.
El sindicalismo como práctica de esencia social, humana y ambiental, se descoloniza
de lo aprendido por la barbarie del mercado del sistema social capitalista. En
este sentido podemos volver a los ancestros y la sabiduría de las generaciones
que han sabido resistir por tantos siglos contra la injusticia social, el
hambre, la pobreza, la miseria, la explotación y la destrucción de la madre
tierra.
Dicen nuestros ancestros indígenas: “El
encuentro nos fortalece y en tiempos de
oscuridad debemos estar juntos”. Decía también Marx “los sufrimientos deben
unirse contra los que los producen. En
su momento también lo planteo Lenin que la unidad orgánica nos brinda la unidad
de acción. La cual se expresa con el poder de los individuos asociados, que es
lo que hace posible lo imposible que se da independiente de los individuos.
El camino a seguir para no ser inferiores a la
historia, es la democracia participativa directa frente a cualquier
contradicción o conflicto individual o colectivo. El interés común. La defensa
de lo público, la libertad política y dentro de esta la libertad sindical, que
es una de las garantías de creación de la autonomía social, de la creación de
confianza de que con la organización social, se obtienen beneficios sociales,
colectivos e individuales diversos.
Es la práctica sindicalista de base, que bajo
la educación popular, se desarrolla con una pedagogía emancipatoria, la
educación descolonizadora de prácticas que se han instalado como dispositivos
de poder colonialista en las subjetividades, cambiándolas desde el ejemplo con
prácticas de dignidad de lo humano, emancipatorias, democráticas con
responsabilidad obligatoria de lo social, ambiental y colectivo.
Es en esta
relación dialéctica y sistémica, de contacto permanente con la realidad
que nos plantea el sistema social capitalista, desde donde se realiza la pedagogía
emancipatoria sindicalista. Es por
esto que podemos plantear que el
ejercicio de la democracia no se reduce ni al Estado cosificado, ni al gobierno
que se perpetua, ni mucho menos a las instituciones que se privatizan con
clientelas políticas; estas son expresiones que se constituyen con sujetos políticos,
con aquellos que se reivindican como ciudadanos con derechos y deberes en el
ejercicio de la participación política, económica e ideológica, instalando
gobernabilidad, formando Estado para las mayorías y construyendo nación y con
la capacidad de vencer y transformar el sujeto espectador pasivo que reproduce
el Estado-mercado.
La propuesta en concreto es que no se puede
seguir de sujetos disponibles para la perdida de derechos, porque si no, ¿Qué
le estamos dejando de herencia a nuestros hijos, a las futuras generaciones de
trabajadores? La responsabilidad de las acciones sindicales es entregar lo
recibido y lo heredado de las luchas históricas de los trabajadores, como mínimo,
ante la incapacidad de de no crear
nuevas reivindicaciones de libertad
y bienestar social con dignidad.
El pasado/presente del sindicalismo no hay que
olvidarlo. Lo importante es crear sobre los errores, superándolos, dando saltos
cualitativos y cuantitativos, profundizando sobre aquel sindicalista que no
queremos seguir reproduciendo, el colonialista de conciencia social por el dinero.
Y promover un liderazgo sindicalista descolonial, de consciencia social y de
clase asalariada o proletaria. Un liderazgo sindical que se piense ante todo
como persona, como humano con dignidad, como ciudadano con derechos y deberes, como sujeto político emancipatorio
y como ser viviente que lucha su soberanía desde su piel, su territorio hasta los
confines de la nación humana. Este es el nuevo liderazgo que requieren hoy los
tiempos de la globalización.
La labor sindicalizadora requiere de la
fundamentación ideológica de ciencia y tecnología, de lo social, humano y
ambiental, para la lucha política y económica, sin dejarse fragmentar por la
ideología dominante del libre mercado.
La justicia social es parte de la esencia de
la labor sindicalizadora en su creación,
innovación, lucha, conquista y garantía de beneficio social colectivo, como
patrimonio para la humanidad, funciones que no son delegables al Estado, el
mercado o las corporaciones empresas.
Es por esto que desde el sindicalismo, el
sindicato y el sindicalista, se promueve la unidad orgánica para la unidad de acción,
porque el sujeto de igualdad ante la norma no está en la individualidad sino en
la acción colectiva. Ante un sistema
social capitalista que enajena, un sindicalismo unido globalmente que emancipa.
El sindicalismo como referente social de organización comunitaria
El sindicalismo en su esencia es una
iniciativa eminentemente humana social,
comunitaria, democrática , libre, autónoma, que esta en la misión de
proteger, defender, formar y organizar a los trabajadores desde los valores de
la colaboración ,la solidaridad y la dignidad frente a las posiciones,
oposiciones , contradicciones y conflictos que se desprenden de las relaciones
capital , trabajo , en lo económico, político e ideológico del proceso de producción,
distribución y consumo desde la lógica del bien común y en defensa de lo
publico como patrimonio de la humanidad
en igualdad y equidad.
El sindicalismo, en sus pocos años de vida ha demostrado ser un
referente de espacio,
tiempo de experimentación social.
Los fondos de empleados, las cooperativas,
los centros recreacionales de
deporte y ocio, la movilización social por la defensa
de derechos para la salud, la educación, la vivienda, la soberanía alimentaria,
los derechos humanos y en contra de la
corrupción y la burocracia, son fiel maestra de lo que es y ha sido el sindicalismo en
Colombia. A pesar de los errores en que
han caído ciertos sindicatos y ciertos sindicalistas,
la filosofía y los principios del sindicalismo siguen vigentes.
Sobre todo hoy en día cuando, el Estado-Mercado
capitalista ha entrado en crisis y arrastrado en esta crisis lo humano, la dignidad,
lo ambiental y la vida misma en el planeta.
El sindicalismo como propuesta de conciencia
social y de clase trabajadora marca el camino de la gobernabilidad de lo humano,
porque es el encargado de asumir la artesanía de la arquitectura humana, de la dignidad,
del respeto y la emancipación en las bases sociales de los trabajadores y no
trabajadores que el sistema capitalista excluye.
La educación popular nos garantiza la autonomía
en el proceso de formación y la dimensión comunitaria nos brinda la práctica de
la comunidad real del bien común de la creación de lo público como fundamento
para la vida y patrimonio de la humanidad.
En la lucha sindical confluyen deseos, emociones,
sentimientos y pensamientos que nos ayudaron a mantener el espíritu de lucha en alto, la libertad de pensamiento, la alegría
por las transformaciones y o revoluciones,
los sentimientos de dignidad y emancipación, tan ausentes en estos momentos de oscuridad;
el trabajo es largo empecemos ya.
William
Estrada
Sociólogo
Profesor
de Cátedra
Universidad de Antioquia
Universidad de Antioquia
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