lunes, 20 de enero de 2014

Ser o no ser sindicalista ¿Cuál es el dilema?

El sindicalismo como propuesta de conciencia social y de clase trabajadora marca el camino de la gobernabilidad de lo humano, porque es el encargado de asumir la artesanía de la arquitectura humana, de la dignidad, del respeto y la emancipación en las bases sociales de los trabajadores y no trabajadores que el sistema capitalista excluye.


Tenemos unas historias y unas prácticas que  han instalado en las subjetividades de las personas unas percepciones y unas representaciones de lo que es y significa el sindicalismo, el sindicalista y el sindicato. Para identificar algunas de estas subjetividades, se hizo la tarea de preguntar a algunas personas.



¿Qué piensa usted del sindicalismo?—Estas fueron algunas de sus respuestas-­­­­­­­ que se hace necesario resaltar y profundizar:

El sindicalismo fracasó”. “El sindicalista es un vago que no trabaja y vive alrededor de los permisos sindicales”, “los sindicatos quiebran las empresas”, “los sindicatos son peligrosos porque allí no hay sino subversivos y terroristas”, “Yo como empleado no me sindicalizaría, porque eso es rebajarse, el sindicato es para los obreros”, “Si uno se sindicaliza lo echan del trabajo”, “Ser sindicalista es ser enemigo de la empresa, es ir en contra de la empresa”, “Si a uno le dan trabajo, no puede ser tan malagradecido de irse a sindicalizar después”.



Estas son algunas de las percepciones y representaciones que comúnmente se manifiestan siendo las más reiteradas y que tienen la capacidad de incidir política e ideológicamente sobre las representaciones simbólicas y de lo que significa como reconocimiento social el sindicalismo, teniendo la capacidad de llevar a las personas al rechazo, la estigmatización, el señalamiento, el miedo y el distanciamiento que llega hasta la indiferencia sobre la labor sindical; independiente a que éste haya sido el propósito de la labor sindical.

Los sembradores de pánico han existido siempre. Siempre han existido los profesionales de la guerra. También en el mundo antiguo. En las fábulas de Fedro se encuentran sus huellas”. Cuenta  Fedro que en un roble vivían tres familias. Un águila había construido su nido e incubado sus huevos en la copa del árbol. Un jabalí había cavado su guarida entre las raíces. Un gato había encontrado las ramas, a mitad del árbol, refugio seguro de vuelta de sus incursiones y sus robos.

El águila y el jabalí vivían en paz entre ellos, criando a sus hijos, ignorándose. El gato subió hasta el nido del águila y le habló misteriosamente de los malvados designios del jabalí: el árbol estaba a punto de caerse, el jabalí estaba excavando en las raíces ya que quería devorar a los aguiluchos; ¿qué podía hacer el águila para salvar a sus hijos? Atacar él primero, obligar al enemigo insidioso a huir, devorar a sus hijos, detener el malvado trabajo subterráneo.

Así sembrado el pánico, el gato se fue a ver al jabalí. ¿Cuándo se había visto bestia más  estúpida que esa devoradora de bellotas? ¿El águila había puesto su nido en la copa del roble sólo para esperar el momento oportuno y secuestrar a los jabatos y no los protegía, no trataba de hacer escapar al enemigo? Sin embargo, sería muy fácil: bastaría con excavar en las raíces, hacer caer el árbol y ser el primero en destruir la casa y el poder del enemigo implacable.

Ocurrió que el jabalí no se atrevió a salir y dejar su guarida  sin vigilancia y murió de hambre, y el águila tampoco volvió a salir de su nido y también murió de hambre. El gato devoró la carroña y durante unos cuantos días no tuvo que correr por el bosque en busca de presas. Los sembradores de pánico no son una invención moderna.



Esto explica muchas de las causas del porqué las nuevas generaciones de trabajadores, llámense todos asalariados sin distingo de nombre, no quieren afiliarse a un sindicato o fundar uno nuevo. Pero profundizando un poco con la problemática, el problema no está en afiliarse a un sindicato, sino en la falta de conciencia social de lo que significa en esencia el sindicalismo, como la expresión social más autónoma para la gestación y el ejercicio de la práctica democrática en la defensa del ser humano con dignidad y de las condiciones materiales a que tiene derechos desde su labor productiva sin explotación ni ningún tipo de esclavismo o sumisión, para cubrir sus necesidades.

Se podría plantear entonces que existen tres ingredientes que se han instalado en la subjetividad de las personas producto de momentos y hechos históricos: uno de miedo al sindicalismo, otro contemporáneo de no credibilidad y un tercero de desconocimiento de lo que en esencia es el sindicalismo como garantía de  base del ejercicio de la democracia, como referente social organizativo que es capaz de garantizar el bienestar social, gracias a la labor colaborativa, cooperativa y solidaria que desde el principio de  confianza como clase trabajadora se conquista y se mantiene en proceso de  evolución en la relación capital –trabajo.


Es por esto que hoy todavía, se pueden disfrutar de los fondos de empleados sin ánimo de lucro y rentabilidad, de las escasas cooperativas sin la ideología capitalista y de las cajas de compensación familiar para la recreación y el deporte sin las políticas de mercado.

La acción sindicalizadora en sus dimensiones económicas, políticas e ideológicas, que se concretan y se desarrollan desde la relación capital-trabajo, le plantea críticas, tensiones y contradicciones a las actuales prácticas de ciertos sindicatos y ciertos dirigentes que ante la ausencia de conciencia de clase social se  han plegado a los intereses del capital.

La labor que nos queda es emprender la profundización de las relaciones que se han establecido en las actuales labores sindicalizadoras y las prácticas que desarrollan ciertas dirigencias, que sin querer queriendo como dice el dicho, vienen reproduciendo formas colonialistas en las subjetividades de los afiliados y no afiliados al sindicalismo, cuando se creen patrones, gamonales, dictadores,  que gritan y mandan a las bases como si fueran sus súbditos.



La tarea actual del sindicalismo en la era de la globalización imperialista monopólica neoliberal capitalista de mercado, es la de emancipar, liberar, al trabajador, al ser humano, de la enajenación que convirtió al cuerpo y a todos los seres de la naturaleza en mercancías. Una de las esencias de las luchas es la descolonización.

La descolonización implica una intervención en las jerarquías clasistas, raciales, políticas, económicas, de genero, epistémicos… construidas bajo siglos de colonialismo y de capitalismo, las cuales no  se pueden reproducir por ningún motivo en la práctica sindical y más que reproducir hay que desaprender, porque las nuevas formas de producción en sus dimensiones sociales y culturales los instalan en las subjetividades permanentemente independientes a los individuos; como en caso que se presenta en los llamados contratos basura.

Uno de los aspectos dañinos y que han causado profundas crisis a la labor sindical, es lo aprendido en el terrorismo de Estado; entendiendo por terrorismo de Estado el uso de la violencia política por parte del Estado contra los contradictores políticos e ideológicos que no van a favorecer en su esencia intereses claramente económicos.

La enseñanza que hay que desaprender, y que está instalada en la subjetividad, es la necesidad social del uso de la fuerza física como mecanismo de dominio del enemigo. Cuando el enemigo es construido por el Estado ideológicamente en el opositor político, en el contradictor  y en el luchador social que busca mejores reivindicaciones y derechos sociales.

En este escenario del contradictor político fue colocado por parte del Estado Colombiano al sindicalista. Muy pronto en las políticas de las luchas contra el terrorismo vinieron los discursos jurídicos que justifican la penalización y castigo de la labor sindical; hasta el punto de llevarlos a convertirlos en blanco de la eliminación física.



El no haber superado este pasado/presente, deja en la subjetividad de las viejas y nuevas generaciones, un sin número de miedos y temores, al hablar, participar, organizarse, movilizarse; incluso en llegar al extremo de instalar el aprendizaje de la práctica masificada de la indiferencia en todo lo que tenga que ver con lo político y la política.

Esta práctica de la indiferencia la describe muy bien el prisionero de los campos de concentración nazi Primo Levi, en sus memorias es enfático cuando dice: “Había demostrado que el hombre, el género humano, es decir, nosotros, éramos potencialmente capaces de causar una masa infinita de dolor; y que el dolor es la única fuerza que se crea de la nada, sin gasto, y sin trabajo. Es suficiente no mirar, no escuchar, no hacer nada”.

Se posee y se instala un aprendizaje de la no participación en nada y con nadie, que  terminó siendo lo que criticó Anna Arendt, de aquellas personas que no movieron un solo dedo por lo que ocurría en el holocausto nazi, simplemente espectadores pasivos, ni siquiera el de ser ciudadanos.



Es tarea urgente del sindicalismo ser referente social, en el desaprendizaje, en la negación radical, de raíz, desde el ser, desde la subjetividad, de la “necesidad” del uso de la fuerza física, de la penalización, de la persecución, el castigo y judialización, hasta la eliminación del contradictor por causas políticas, ideológicas o económicas, si logramos sembrar la superación del pasado/presente del terrorismo de Estado, se estará dando un salto cualitativo a la democracia política directa, donde el ciudadano pueda ejercer sus derechos y deberes sin ningún temor, como mínimo.

Habría que acotar que  la propaganda que el Estado Colombiano ha diseñado promoviendo el sindicalismo y su afiliación, no borra ni aclara el pasado/presente, porque el miedo al sindicalismo sigue instalado,  y los enemigos que usan la fuerza para su eliminación todavía están entrenados y educados para esta labor. “¿Lo mataron por qué? Por ser sindicalista”. La pregunta que nos queda es ¿quién invitó a la fuerza paramilitar al conflicto laboral?

Si públicamente no se desmovilizan política e ideológicamente, habrá que seguir cantándoles: “cuantas veces me mataron /cuantas veces me morí/. Sin embargo estoy aquí…/”. La misión del sindicalismo global es adquirir las nuevas actitudes para los cambios decoloniales radicales. Luchan contra el miedo a la práctica directa de la democracia para poder vencer la indiferencia a la participación.
Vencer la indiferencia es ganar en dignidad. La dignidad es la que brinda la fuerza de y para la creatividad de la libertad política. Con la libertad política se dan las bases para la libertad económica. Desaprender la barbarie que nos enseñó el terrorismo de Estado, romper el maleficio del hábito de falta de libertad espiritual, es la tarea del sindicalismo global.

Decolonizarse de lo aprendido en la dictadura y el totalitarismo económico del sistema capitalista y las nuevas formas de neoesclavismo que se están instalando, resulta un imperativo, máxime cuando sus formas se manifiestan a través de las diversas rutas de contratación laboral, avaladas por el Estado en la implementación de las políticas neoliberales, desde donde se promueven los procesos de rentabilidad y ánimo de lucro en la  privatización del Estado y de todas las políticas de beneficio social, la justicia, los servicios públicos domiciliarios.



Podríamos afirmar que el mayor triunfo del capitalismo es el haber logrado instalar en la subjetividad de las personas la conciencia social del amor por el dinero, de tal forma que hasta se expresa en el lenguaje bajo una ley que dice “El que pone el dinero, pone las condiciones”, negando con esta posición política  hegemónica la condición de sujeto político del ciudadano.

La acumulación económica es una posición política y si ésta se asume por las personas como un criterio de verdad inamovible, la subjetividad adopta la ciega terquedad de no participar, sin aparente criterio, sin juicios, simplemente buscando acomodarse a la dictadura económica como si fuera la naturaleza, el conformismo, la adaptación sin criterios, la fe en lo que está dado, los convencionalismos coactivos, son ya estructuras mentales y síndromes de contenidos apolíticos, que por su supervivencia en las masas tienen implicaciones políticas de carácter paternalista, el cual se instala básicamente en aquel que posee el dinero, llámese rico, patrón, multinacional, En la subjetividad queda instalado como dispositivo de dependencia el sentarse a esperar que sea el otro o los otros, los que hagan el trabajo por uno.

Lo cual posibilita la alimentación de representaciones mesiánicas, de prácticas de representación únicas y hegemónicas, que con el paso del tiempo se perpetúan y se auto construyen como maquinarias políticas, redes de amigos politiqueros, burocracias administrativas inamovibles, que funcionan como empresas de corrupción que se apropian de los dineros de esfuerzos colectivos de forma particular. Hacen de lo público una apropiación privada.

Esta es en grandes líneas la anatomía de la dictadura de la dirigencia representativa, que posee la habilidad de reproducirse gracias a la dependencia política  que crea en los representados o la compra de votos o la amenaza e intimidación a todo contradictor que trate de surgir por fuera de la maquinaria política. Esto se refuerza cuando dice “es que no hay saberes”.



El estarse  aferrando a estas debilidades políticas de dependencia y a la creencia de que el que posee el dinero tiene la razón, este tipo de prácticas se va convirtiendo en la subjetividad de los representados, en un dispositivo instalado de rasgos específicos de la conciencia cosificado.

Este tipo de procesos da como resultado la práctica de una indiferencia enmascarado de superioridad, tanto en el representante como en el representado, porque ambos ocultan las razones del porque no se actúa  diferente a lo ya dado, de las causas y consecuencias, al dar como resultado de las cosas, de que no hay nada que hacer, de que todo está mal, de que es muy difícil un cambio…y con este tipo de planteamientos se da por satisfecho. “Siempre ha sido así y siempre será así”.

Desde las épocas de la colonia y más ahora en el capitalismo global de especulación financiera, se sigue imponiendo en la subjetividad de las personas, el respeto por el que posee el dinero, la fortuna, las tierras, el uso de la fuerza, sin cuestionar en ningún momento porqué siguen instalados estos dispositivos de sumisión, cómo se obtuvieron, por qué se siguen reproduciendo de generación en generación, los feudos rurales, los feudos urbanos, los feudos políticos, la práctica gamonal.

Pero al profundizar un poco en estas prácticas coloniales, se puede encontrar que, la lógica epistémica del sistema capitalista global es la que dicta de forma totalitaria las políticas neoliberales e impone las nuevas formas de contratación laboral neoclasistas. Políticas que en su diseño, aparentemente no incluyen ni involucran a los trabajadores sindicalizados. Pero que tácticamente no los excluye del todo, al involucrarlos de forma indirecta, sobre todo a aquellos sindicalistas de conciencia social de amor por el  dinero y de prácticas colonialistas, para que conformen en sus proyecciones sindicales de ideología capitalista global, los contratos sindicales.


O  sea que los sindicalistas se convierten en patrones de compañeros trabajadores, violándole todos los derechos laborales y de seguridad social. Autorizando la tercerización –cuarterización, sobre compañeros trabajadores en la misma empresa, donde se contratan  funciones y laborales, por dos, tres o cuatro patrones distintos, a la empresa originaria. Para que entreguen a los grupos financieros las cooperativas y los fondos de empleados con ánimo de lucro y rentabilidad para el capital. Para que la recreación, el deporte y el ocio se le entreguen a las  políticas ideológicas de la libre competencia. Para que funden nuevos sindicatos que hagan paralelismo sindical al sindicalismo de conciencia social y acepten la pérdida de derechos laborales en las nuevas contrataciones, bajo la ideología de políticas de reestructuración empresarial.

El sindicalismo en la globalización debe invitar a hacer  recorridos de reflexión crítica sobra la fatalidad, sus consecuencias y causas para que no queden en la penumbra, porque con el silencio y la negación a la participación es desde donde se alimenta y reproduce la fatalidad y la indiferencia disfrazada y al enmascaramiento de ciertos criterios con aires de superioridad. Sobre todo  de aquellos  trabajadores, que siendo asalariados, se crecen de mejor clase, de mejor familia, negándose  a si mismos su condición de clase explotada y creyéndose el cuento de que pueden estar blindada contra la nuevas formas de explotación laboral, el acoso laboral y el neoesclavismo que se esconde en el diseño de políticas e ideologías de modernización del Estado y las transformaciones organizacionales. Cuando lo único que buscan es arrebatar las conquistas históricas logradas en las luchas sindicales.

Esta es una estrategia del sistema de mercado capitalista neoliberal monopólico imperialista global, que cuenta además con una legislación que le favorece ideológicamente, al hacer creer que con las demandas jurídicas de corte individualista, estilo tutelas, se tiene protección y garantía  de los derechos laborales. Hay que  tener claro que como estrategia global del sistema social capitalista, en la barbarie del mercado, todos, absolutamente todos, están con la fragilidad de ser  presas fáciles de la perdida de la dignidad, de la imposibilidad  de construir dignidad cuando es el dinero el centro, de la degradación moral y de la destrucción y desaparición del espíritu de lucha emancipatorio.

Estamos asistiendo a tiempos de oscuridad, en donde el individuo fue vuelto a la caverna de la que nos habla Platón.



Las tareas para estos tiempos de oscuridad del sindicalismo, deben ser globales. La invitación del sindicalismo es a caminar juntos, volver a lo social y colectivo de  forma radical; venciendo ese yo colectivo que hegemoniza el uso de la fuerza como una necesidad a su contraparte, o caer en el yo colectivo que asumió como criterio de verdad el aplastamiento del otro  al  estilo barras bravas o al del enajenado por la barbarie de mercado con los sondeos de opinión que impone la dictadura del camino a seguir según la mayoría manipulada.

El sindicalismo   como práctica  de esencia social, humana y ambiental, se descoloniza de lo aprendido por la barbarie del mercado del sistema social capitalista. En este sentido podemos volver a los ancestros y la sabiduría de las generaciones que han sabido resistir por tantos siglos contra la injusticia social, el hambre, la pobreza, la miseria, la explotación y la destrucción de la madre tierra.

Dicen nuestros ancestros indígenas: “El encuentro nos fortalece  y en tiempos de oscuridad debemos estar juntos”. Decía también Marx “los sufrimientos deben unirse  contra los que los producen. En su momento también lo planteo Lenin que la unidad orgánica nos brinda la unidad de acción. La cual se expresa con el poder de los individuos asociados, que es lo que hace posible lo imposible que se da independiente de los individuos.

El camino a seguir para no ser inferiores a la historia, es la democracia participativa directa frente a cualquier contradicción o conflicto individual o colectivo. El interés común. La defensa de lo público, la libertad política y dentro de esta la libertad sindical, que es una de las garantías de creación de la autonomía social, de la creación de confianza de que con la organización social, se obtienen beneficios sociales, colectivos e individuales diversos.



Es la práctica sindicalista de base, que bajo la educación popular, se desarrolla con una pedagogía emancipatoria, la educación descolonizadora de prácticas que se han instalado como dispositivos de poder colonialista en las subjetividades, cambiándolas desde el ejemplo con prácticas de dignidad de lo humano, emancipatorias, democráticas con responsabilidad obligatoria de lo social, ambiental y colectivo.

Es en esta  relación dialéctica y sistémica, de contacto permanente con la realidad que nos plantea el sistema social capitalista, desde donde se realiza la pedagogía emancipatoria  sindicalista. Es por esto  que podemos plantear que el ejercicio de la democracia no se reduce ni al Estado cosificado, ni al gobierno que se perpetua, ni mucho menos a las instituciones que se privatizan con clientelas políticas; estas son expresiones que se constituyen con sujetos políticos, con aquellos que se reivindican como ciudadanos con derechos y deberes en el ejercicio de la participación política, económica e ideológica, instalando gobernabilidad, formando Estado para las mayorías y construyendo nación y con la capacidad de vencer y transformar el sujeto espectador pasivo que reproduce el Estado-mercado.

La propuesta en concreto es que no se puede seguir de sujetos disponibles para la perdida de derechos, porque si no, ¿Qué le estamos dejando de herencia a nuestros hijos, a las futuras generaciones de trabajadores? La responsabilidad de las acciones sindicales es entregar lo recibido y lo heredado de las luchas históricas de los trabajadores, como mínimo, ante la incapacidad de de no crear  nuevas reivindicaciones de libertad  y bienestar social con dignidad.

El pasado/presente del sindicalismo no hay que olvidarlo. Lo importante es crear sobre los errores, superándolos, dando saltos cualitativos y cuantitativos, profundizando sobre aquel sindicalista que no queremos seguir reproduciendo, el colonialista de conciencia social por el dinero. Y promover un liderazgo sindicalista descolonial, de consciencia social y de clase asalariada o proletaria. Un liderazgo sindical que se piense ante todo como persona, como humano con dignidad, como ciudadano con derechos  y deberes, como sujeto político emancipatorio y como ser viviente que lucha su soberanía desde su piel, su territorio hasta los confines de la nación humana. Este es el nuevo liderazgo que requieren hoy los tiempos de la globalización.



La labor sindicalizadora requiere de la fundamentación ideológica de ciencia y tecnología, de lo social, humano y ambiental, para la lucha política y económica, sin dejarse fragmentar por la ideología dominante del libre mercado.

La justicia social es parte de la esencia de la labor sindicalizadora  en su creación, innovación, lucha, conquista y garantía de beneficio social colectivo, como patrimonio para la humanidad, funciones que no son delegables al Estado, el mercado o las corporaciones empresas.

Es por esto que desde el sindicalismo, el sindicato y el sindicalista, se promueve la unidad orgánica para la unidad de acción, porque el sujeto de igualdad ante la norma no está en la individualidad sino en la acción colectiva. Ante un sistema social capitalista que enajena, un sindicalismo unido globalmente que emancipa.


El sindicalismo como referente social de organización comunitaria

El sindicalismo en su esencia es una iniciativa eminentemente humana social,  comunitaria, democrática , libre, autónoma, que esta en la misión de proteger, defender, formar y organizar a los trabajadores desde los valores de la colaboración ,la solidaridad y la dignidad frente a las posiciones, oposiciones , contradicciones y conflictos que se desprenden de las relaciones capital , trabajo , en lo económico, político e ideológico del proceso de producción, distribución y consumo desde la lógica del bien común y en defensa de lo publico como patrimonio de la humanidad  en igualdad y equidad.

El sindicalismo, en sus pocos años de vida ha demostrado ser un referente de espacio,
tiempo de  experimentación social. Los fondos de empleados, las cooperativas,
los centros  recreacionales de deporte y ocio, la movilización social por la defensa
de derechos para la salud, la educación, la vivienda, la soberanía  alimentaria,
los derechos humanos y en contra de la corrupción y la burocracia, son fiel maestra de  lo que es y ha sido el sindicalismo en Colombia. A pesar de los errores en que
han caído ciertos sindicatos y ciertos sindicalistas, la filosofía y los principios del sindicalismo siguen vigentes.



Sobre todo hoy en día cuando, el Estado-Mercado capitalista ha entrado en crisis y arrastrado en esta crisis lo humano, la dignidad, lo ambiental y la vida misma en el planeta.

El sindicalismo como propuesta de conciencia social y de clase trabajadora marca el camino de la gobernabilidad de lo humano, porque es el encargado de asumir la artesanía de la arquitectura humana, de la dignidad, del respeto y la emancipación en las bases sociales de los trabajadores y no trabajadores que el sistema capitalista excluye.

La educación popular nos garantiza la autonomía en el proceso de formación y la dimensión comunitaria nos brinda la práctica de la comunidad real del bien común de la creación de lo público como fundamento para la vida y patrimonio de la humanidad.


 En la lucha sindical confluyen deseos, emociones, sentimientos y pensamientos que nos ayudaron a mantener el espíritu de  lucha en alto, la libertad de pensamiento, la alegría por las transformaciones y  o revoluciones, los sentimientos de dignidad y emancipación, tan ausentes en estos momentos de oscuridad; el trabajo es largo empecemos ya.


William Estrada
Sociólogo
Profesor de Cátedra    
Universidad de Antioquia           






















                                                         

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